BRUSELAS (enviada especial) – Los proyectos faraónicos suelen terminar así: bloqueados por el grano de arena que se las arregló para desbaratar la pirámide. Eso parece haber sucedido con la ambiciosa cumbre entre la Unión Europea (UE) y los países de América Latina y el Caribe (Celac) que, durante dos días reunió en Bruselas a unos 60 países de ambos bloques por primera vez en ocho años y que, por la simple oposición de una recalcitrante Nicaragua, tuvo que contentarse con una trabajosa declaración final, que dejó al descubierto la dificultad para hallar consensos.